El plan será acompañado por una profunda reconfiguración del portafolio de activos, con la venta de participaciones consideradas no estratégicas. La compañía apunta a generar un “colchón” de liquidez que le permita sostener el ritmo de inversión aun si el barril se mueve en torno a los US$ 50–55, valores que hoy permiten rentabilidad operativa pero limitan nuevas obras de infraestructura.
La conducción de YPF considera que, si bien el shale neuquino puede perforar y producir con precios bajos gracias a las mejoras de eficiencia, el verdadero desafío está en financiar los grandes proyectos de evacuación y procesamiento de crudo que requiere la expansión de nuevas áreas en Neuquén.
Para sostener ese esfuerzo, la petrolera activó tres desinversiones clave: la venta de su participación en Profertil, la cesión de campos convencionales como Manantiales Behr y Chachahuen, y la salida de Metrogas. En conjunto, estas operaciones podrían generar ingresos adicionales por entre US$ 1.600 y US$ 2.000 millones durante 2026.
En el caso de Profertil, YPF acordó la venta del 50% de las acciones al grupo Adecoagro por unos US$ 650 millones. La operación implica la salida definitiva del negocio de fertilizantes nitrogenados, un segmento rentable pero ajeno al core energético de la compañía, y garantiza liquidez inmediata.
En paralelo, avanza la cesión del bloque Manantiales Behr, en Chubut, al grupo Rovella Capital por una cifra superior a los US$ 450 millones. A esto se suma la venta del área Chachahuen, en Mendoza, que podría aportar otros US$ 250 millones y completar el cierre del denominado Plan Andes, orientado a desprenderse de activos convencionales maduros.
El tercer eje es Metrogas. YPF buscará avanzar en la venta de su 70% de participación una vez que el Gobierno nacional defina la extensión de la concesión por otros 20 años. Según estimaciones del mercado, esa decisión podría elevar la valuación de la distribuidora a un rango de entre US$ 600 y US$ 900 millones.
Esta estrategia se apoya en una visión contracíclica del negocio. Desde la empresa sostienen que los ciclos de precios bajos suelen venir acompañados por una reducción en los costos de servicios, lo que abre una ventana para invertir más con menor presión sobre el flujo de caja.
En esa línea, YPF profundizó su plan de eficiencia operativa. Durante 2025, la compañía logró mejoras superiores al 30% en la velocidad de fractura y del 25% en perforación, lo que permitirá alcanzar los objetivos de producción de 2026 con entre tres y cuatro equipos menos que los previstos originalmente.
La mejora de productividad también impactó en los resultados financieros. Con el reemplazo de barriles convencionales por shale, YPF sumó más de US$ 1.300 millones adicionales de Ebitda, reforzando la lógica de concentrar recursos técnicos y financieros en el no convencional neuquino.
El horizonte de esta estrategia es claro: llegar a 2027 con una estructura productiva fortalecida y lista para aprovechar una eventual recuperación de precios internacionales. Las proyecciones actuales indican que 2025 cerrará con una caída promedio superior al 12%, hasta unos US$ 63 por barril, con expectativas de valores aún más bajos en 2026.
En términos de infraestructura, el proyecto central es Vaca Muerta Oil Sur (VMOS). El oleoducto, que ya muestra un avance cercano al 45%, será clave para evacuar el crecimiento de producción y consolidar el perfil exportador de la cuenca neuquina.
La primera etapa del VMOS está prevista para enero de 2027, con una capacidad inicial de 180.000 barriles diarios. Seis meses después, el sistema se ampliará a 360.000 barriles, y para 2028 se proyecta alcanzar los 550.000 barriles diarios, con un diseño que permitiría escalar hasta 720.000 si la demanda externa lo justifica.
Así, YPF apuesta a llegar al próximo ciclo alcista con Vaca Muerta plenamente equipada, mayor eficiencia operativa y una estructura financiera reforzada, en una jugada que busca transformar la volatilidad del mercado petrolero en una oportunidad estratégica de largo plazo para la principal operadora del país.