La nueva traza aprovecharía mejor la Reversión del Gasoducto Norte, y permitiría utilizar el tramo hasta San Jerónimo, que quedará ocioso tras la construcción del caño que llega hasta Tío Pujio. Además, el proyecto mejoraría la capacidad de abastecimiento del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) al dividir el flujo de gas entre los sistemas norte y sur. Con las plantas compresoras previstas, se estima que la ruta sur podría manejar unos 35 millones de metros cúbicos diarios, mientras que la ruta norte podría alcanzar hasta 40 millones de metros cúbicos diarios con futuras expansiones.
El cambio en la traza también se alinea con el proyecto de ampliación presentado por TGS en el marco del Régimen de Inversiones en Gas e Infraestructura (RIGI), y está diseñado para mejorar la seguridad de abastecimiento de gas.
Parte del gas adicional que se transportaría por esta nueva ruta serviría para reemplazar importaciones de combustibles líquidos, energía eléctrica y gas natural, así como para abastecer la demanda regional. Esto requeriría obras complementarias, como una mayor compresión en el Gasoducto Norte o la construcción de nuevos caños para exportar gas al sur de Brasil y vía Paraguay.
El Gobierno está discutiendo estos cambios con empresas privadas interesadas en financiar el proyecto, y el objetivo es mantener la fecha de licitación para el tramo final en 2024, tal como fue prometido por el secretario Eduardo Rodríguez Chirillo.
El rediseño del gasoducto no solo representa un ajuste técnico, sino también una estrategia económica y política. Al modificar la traza, el Gobierno busca maximizar el aprovechamiento de la infraestructura existente y reducir los costos asociados a la construcción de nuevas instalaciones. Este enfoque, además, responde a la necesidad de garantizar un suministro estable y eficiente de gas, no solo para el mercado interno, sino también para las exportaciones, lo que posicionaría a Argentina como un jugador clave en el suministro energético regional.
Otro aspecto relevante del nuevo diseño es su impacto en la seguridad energética. La formación de una traza en Y, que divide el flujo de gas entre dos rutas principales, permite una mayor flexibilidad en la distribución del recurso. Esto es particularmente importante en un contexto donde la demanda energética está en constante crecimiento y donde la estabilidad del suministro es crucial para evitar cortes o dependencias externas. Además, esta configuración facilita la futura expansión del gasoducto hacia otros mercados, potenciando el rol de Vaca Muerta como una fuente de energía estratégica.
Finalmente, la viabilidad del proyecto depende en gran medida del interés y la participación del sector privado. Las conversaciones con empresas interesadas en financiar el proyecto están en marcha, y su participación será esencial para cumplir con los plazos establecidos. Mantener la fecha de licitación para el tramo final en 2024 es una prioridad para el Gobierno, ya que este proyecto es visto no solo como una obra de infraestructura, sino como un símbolo del potencial energético de Argentina y su capacidad para atraer inversiones internacionales en un sector clave para su desarrollo económico.
Cambios en el gasoducto Vaca Muerta: el proyecto de la nueva Y para la segunda etapa
El Gobierno está evaluando un cambio significativo en la traza de la segunda etapa del Gasoducto Néstor Kirchner, originalmente planificado para conectar Salliqueló (Buenos Aires) con San Jerónimo (Santa Fe). La nueva propuesta, que aún no ha sido confirmada oficialmente, sugiere reemplazar esta ruta por una que conecte Chacharramendi (La Pampa) con La Carlota (Córdoba), formando una Y que los técnicos consideran superior en términos de eficiencia y beneficios para el sistema de transporte de gas. Este cambio no sólo reduciría los costos de inversión, sino que también facilita la construcción y optimizaría el uso de la infraestructura existente, como el Gasoducto Centro Oeste.