Mientras en Australia y Canadá las posibilidades de encontrar nuevos megadepósitos se reducen, la brújula de los exploradores internacionales comienza a girar con fuerza hacia el Cono Sur. Para James Cooper, geólogo australiano y director de Inversiones de Diggers and Drillers, Argentina se ha convertido en “el mejor lugar del planeta para hacer un descubrimiento de escala gigante”.
En su análisis publicado en The Northern Miner, Cooper sostiene que la madurez geológica de Australia y Canadá —dos de las jurisdicciones más mineras del mundo— limita la probabilidad de nuevos hallazgos significativos. Tras décadas de inversión, exploración intensiva y alta tecnología aplicada, el margen para nuevas sorpresas se achica.
La reflexión, sin embargo, no se traduce en un pesimismo profesional. Más bien, apunta a un desplazamiento natural de las fronteras de exploración. “Si querés poner las probabilidades de tu lado para un descubrimiento de gran escala, no busques más allá de Argentina”, afirmó el especialista.
La explicación es geológica y contundente: el cinturón de pórfidos cupríferos que convirtió a Chile en el mayor productor mundial de cobre continúa hacia Argentina, donde apenas una fracción de ese potencial fue explorado. La geología es idéntica, pero la historia productiva, radicalmente distinta.
La razón de esta diferencia no es técnica, sino política. Cooper remarca que Argentina pasó décadas sin brindar la estabilidad necesaria para megaproyectos que requieren inversiones de miles de millones de dólares y horizontes de producción de 40 años o más. Ese vacío derivó en un territorio vasto, rico y prácticamente virgen para la exploración moderna.
Para los geólogos, Argentina hoy se parece a lo que era Chile hace 50 o 60 años: enormes zonas sin perforar, estructuras de pórfidos a gran escala y leyes atractivas que en otros países ya no se encuentran cerca de superficie. Un escenario que, desde el punto de vista geológico, es excepcional.
Ese potencial, sin embargo, solo se volvió visible internacionalmente en los últimos dos años, tras la agenda de reformas impulsada por el presidente Javier Milei desde 2023. Cooper destaca que la estabilización macroeconómica, la baja de la inflación y la reducción del riesgo país reactivaron el interés inversor que llevaba una década en pausa.
La “reentrada de los gigantes” confirma la percepción de oportunidad. BHP cerró un acuerdo multimillonario por Filo Mining; Glencore evalúa dos proyectos cupríferos de escala global por más de USD 13.500 millones; y grupos como Barrick, Lundin Mining y Rio Tinto ya están incrementando su presencia operativa en distintas provincias.
Para Cooper, este movimiento corporativo indica que la industria ve a Argentina no solo como una región de potencial, sino como la última gran frontera cuprífera accesible del mundo. El país, asegura, combina geología excepcional, costos competitivos y un nuevo marco político que habilita proyectos de largo plazo.
El empresario australiano señala que cuando se aplican técnicas modernas de exploración en zonas históricamente poco perforadas, la probabilidad de hallazgos significativos aumenta exponencialmente. “Eso es precisamente lo que está empezando a ocurrir en Argentina”, concluyó.
El país enfrenta así un desafío y una oportunidad: transformar su riqueza geológica en producción, empleo e infraestructura, en un contexto global donde el cobre y los minerales críticos son cada vez más estratégicos para la transición energética.
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