Según el exsecretario de Hidrocarburos de la Nación, José Luis Sureda, las subas previstas en los valores de naftas y gasoil se mantendrán por debajo de la inflación general. Durante 2024, la nafta acumuló un aumento promedio del 85%, mientras que el gasoil subió un 77%, contrastando con una inflación anual del 117,8%.
Esta contención permitió mitigar el efecto directo de los combustibles en el IPC, aunque generó preocupación entre los estacioneros. "Esto afecta directamente nuestra capacidad de inversión y sostenibilidad. Es urgente encontrar un equilibrio que permita mantener la estabilidad económica sin comprometer la operatividad", señalaron representantes de cámaras empresariales del sector.
El contexto internacional también incide en las expectativas. El precio del petróleo Brent, referencia para Argentina, superó recientemente los US$ 80 por barril, impulsado por tensiones geopolíticas y el aumento de la demanda invernal en Europa. Según Sureda, aunque el escenario plantea desafíos, la implementación de medidas como la reducción del “crawling peg” –ajuste gradual del tipo de cambio– podría actuar como un factor estabilizador.
No obstante, la estabilidad en los precios depende de múltiples factores. Entre ellos, la evolución de la cotización internacional del crudo y las decisiones políticas relacionadas con los impuestos que gravan los combustibles. Estos últimos, actualmente congelados, representan un alivio temporal para los consumidores, pero su actualización inevitable podría impactar en los costos finales.
“Si bien el congelamiento impositivo contribuye a contener los precios, esta medida no es sostenible en el tiempo. Eventualmente, se deberán aplicar actualizaciones que podrían generar tensiones adicionales”, advirtió Sureda.
La estrategia de mantener precios controlados responde no solo a la coyuntura inflacionaria, sino también a una lógica política en un año electoral. Evitar que los combustibles se conviertan en un factor desestabilizador para el bolsillo de los ciudadanos es clave en la agenda del gobierno.
Sin embargo, esta política de contención no está exenta de críticas. Desde el sector privado, señalan que el atraso en los precios compromete la rentabilidad y podría repercutir en la capacidad de las empresas para garantizar la operatividad del mercado.
Pese a estos desafíos, los analistas mantienen un panorama relativamente optimista. Las proyecciones apuntan a un escenario de precios estables, con posibles bajas moderadas en el mediano plazo, dependiendo de la estabilidad del mercado internacional y de las políticas cambiarias locales.
En este sentido, la reducción del “crawling peg” es vista como una medida positiva que podría facilitar la estabilización del sector. No obstante, Sureda subraya que los beneficios dependerán en gran medida de la volatilidad del mercado internacional del crudo.
Mientras tanto, las estaciones de servicio enfrentan el desafío de adaptarse a un contexto en el que los márgenes de rentabilidad se ven cada vez más ajustados. Esto plantea la necesidad de un diálogo constante entre el sector privado y las autoridades para garantizar la sostenibilidad de la industria.
En conclusión, aunque las políticas de contención de precios representan un alivio para los consumidores en el corto plazo, el sector hidrocarburífero enfrenta tensiones significativas. La búsqueda de un equilibrio que permita estabilidad económica sin comprometer la rentabilidad será crucial para el futuro del mercado de combustibles en Argentina.
Estiman que los precios de los combustibles aumentarán por debajo de la inflación
En un contexto económico marcado por altos niveles inflacionarios, referentes del sector hidrocarburífero anticipan que los precios de los combustibles experimentarán incrementos moderados, con el objetivo de minimizar su impacto en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Esta estrategia, aplicada previamente en 2024, parece repetir su curso en el actual año electoral.
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