Según la consultora GtoG Energy, dirigida por el ingeniero Gerardo Tennerini, el futuro de la producción depende directamente del volumen de pozos que cada año se logren perforar y completar en la roca madre. Los niveles de productividad actuales generan optimismo, pero el desafío principal es mantener la escala.
Las campañas de perforación realizadas desde 2019 muestran que cada pozo alcanzó acumulados en 24 meses de entre 60.000 y 70.000 m3 de petróleo, con un comportamiento estable a lo largo de la vida útil. Esta tendencia confirma que el aprendizaje técnico de más de una década se traduce en resultados consistentes.
La productividad por pozo se encuentra hoy en niveles récord. Ello responde a perforaciones más largas, un mayor número de fracturas y una eficiencia operativa en constante evolución. Según el informe, estas mejoras en diseño, ejecución y logística han permitido consolidar un estándar superior en la industria.
Cada pozo horizontal entrega más crudo en los primeros meses y logra sostener niveles altos entre seis meses y un año desde su conexión inicial. Sin embargo, después de ese período comienza un fuerte declino, lo que exige nuevas estrategias de ingeniería y la continuidad de la perforación para compensar la caída.
De acuerdo con las proyecciones de GtoG Energy, el escenario de mínimo crecimiento contempla alrededor de 300 pozos nuevos por año, lo que permitiría sostener niveles similares a los actuales hasta 2030. Pero alcanzar el millón de barriles diarios requiere un esfuerzo mayor.
Para llegar a esa meta será necesario perforar entre 400 y 420 pozos por año de manera sostenida. Este nivel de actividad ya se está alcanzando en 2025, con más de 400 pozos en marcha, aunque el verdadero desafío será mantener esa dinámica durante al menos los próximos cinco años.
Existen proyecciones aún más ambiciosas. Si la industria lograra superar los 600 pozos por año, el crecimiento sería exponencial. No obstante, hoy esa posibilidad está limitada por la disponibilidad de equipos de perforación y fractura, además de la infraestructura de transporte, procesamiento y exportación de crudo.
Para alcanzar ese ritmo sería imprescindible una expansión logística integral y un refuerzo en toda la cadena de servicios petroleros. Desde la provisión de arenas de fractura hasta la ampliación de oleoductos, la industria debería sostener una coordinación mayor entre los distintos actores.
El financiamiento surge como otro factor determinante. Con los costos actuales, perforar y completar un pozo en Vaca Muerta demanda en promedio US$ 15.000.000. La magnitud de este gasto explica la necesidad de recursos constantes y previsibles para asegurar el crecimiento.
Si se proyecta una actividad de 400 pozos anuales, la inversión necesaria rondaría los US$ 6.000 millones por año, destinados exclusivamente al desarrollo de pozos. Se trata de un esfuerzo de gran escala que debería sostenerse de forma continua durante la segunda mitad de la década.
A estos cálculos deben sumarse las inversiones en midstream, como oleoductos y plantas de tratamiento, y en capacidad portuaria. Sin estas obras, resultaría imposible colocar el crudo adicional en los mercados internacionales, donde se proyecta un incremento de la demanda de energía.
La posibilidad de que Argentina alcance un millón de barriles diarios antes de 2030 está directamente ligada a la capacidad de sostener la perforación a gran escala. El desafío combina técnica, financiamiento e infraestructura en un mismo horizonte, con Vaca Muerta como eje estratégico del crecimiento.
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