La energía mareomotriz se basa en el aprovechamiento del movimiento vertical del agua provocado por las mareas, fenómeno predecible generado por la atracción gravitacional del Sol y la Luna. Por su parte, la energía undimotriz captura la energía del oleaje, producto del viento sobre la superficie del mar. Ambas tecnologías transforman ese movimiento en electricidad a través de dispositivos como turbinas submarinas, presas, generadores flotantes o boyas especiales.
En Mar del Plata, la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) avanza con un proyecto pionero de energía undimotriz. Se trata del primer prototipo nacional para transformar olas en electricidad mediante boyas de acero naval, con pesos que oscilan entre 2 y 20 toneladas y diámetros de hasta 10 metros. Según el diseño, cada boya podría generar entre 30 kW y 200 kW, dependiendo de las condiciones del mar y el tamaño del equipo.
El ingeniero Pablo Alejandro Haim, a cargo del proyecto, explicó que el oleaje constante y la plataforma marina gradual de la costa argentina son ventajas clave para desarrollar esta tecnología sin los riesgos extremos que enfrentan otras regiones como Portugal o Reino Unido. Aún en etapa de diseño, el objetivo es reducir emisiones y avanzar hacia la independencia energética.
El equipo de la UTN prevé que las boyas puedan instalarse offshore, sobre plataformas petroleras o incluso en infraestructuras existentes como escolleras y muelles de Mar del Plata y Quequén. Además, se destaca la eficiencia de esta tecnología: la energía de las olas es hasta 30 veces más densa que la solar y cinco veces más que la eólica, lo que mejora su rendimiento en espacios reducidos.
A diferencia del oleaje o las mareas, los tsunamis no son una fuente viable de energía renovable. Aunque su potencia es enorme, su carácter imprevisible y destructivo impide un aprovechamiento seguro. Sin embargo, existen propuestas conceptuales para diseñar estructuras que puedan, en situaciones extremas, mitigar daños y almacenar parte de esa energía como medida de resiliencia.
En la región patagónica, algunos puntos como el Golfo San José y el Golfo Nuevo en Chubut, o Puerto Deseado en Santa Cruz, ofrecen condiciones favorables para el desarrollo de energía mareomotriz. En estos lugares, la amplitud de marea supera los 7 metros, valores comparables con los de países líderes en esta tecnología.
Estudios del Instituto Nacional del Agua (INA) y de universidades como la UTN y la Universidad Nacional del Sur (UNS) estiman que Argentina podría alcanzar hasta 1.700 MW de potencia instalada si se implementan inversiones sostenidas en investigación e infraestructura.
A nivel internacional, países como Reino Unido, Francia, Canadá, Noruega y Corea del Sur lideran el desarrollo de tecnologías del mar. En Argentina, aunque aún no existen proyectos comerciales en operación, hubo avances como el estudio de prefactibilidad técnica de presas mareomotrices en Chubut, impulsado por la Secretaría de Energía en 2010.
El principal obstáculo para el desarrollo masivo sigue siendo económico. La implementación requiere inversiones iniciales elevadas, además de un entorno regulatorio adecuado y una cadena tecnológica nacional que reduzca la dependencia de importaciones. También deben considerarse los impactos ambientales sobre la fauna marina y los ecosistemas costeros.
Expertos coinciden en que la energía del mar no busca desplazar a otras fuentes renovables, sino integrarse como parte de un mix energético más estable y resiliente. Su principal ventaja es la previsibilidad, algo que la energía solar o eólica no siempre puede garantizar.
Con una matriz energética que aún depende en un 60% del gas natural, Argentina enfrenta el desafío estratégico de diversificar sus fuentes. La incorporación de tecnologías marinas permitiría no solo reducir emisiones, sino también fortalecer su soberanía energética y liderar en América Latina el desarrollo de energías limpias de nueva generación.
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