Durante su visita, Martínez señaló que el crecimiento de proyectos mineros en la región, sumado al régimen de promoción de inversiones (RIGI), crea condiciones óptimas para atraer capitales. “Nunca antes hubo tantas oportunidades de desarrollo como ahora”, aseguró, enfatizando la importancia de políticas de libre mercado que impulsen la extracción y producción de oro.
El economista español explicó que el precio del metal se encuentra actualmente en una fase de consolidación tras un alza sostenida de más de dos años, durante los cuales pasó de alrededor de US$ 1.600 a superar los US$ 3.000 la onza. Según su análisis, este período marca el inicio del tercer gran ciclo alcista desde la eliminación del patrón oro en 1971.
Martínez detalló que los dos ciclos anteriores (1970–1980 y 2000–2012) sirvieron de precedente para entender la dinámica actual: al igual que en esas ocasiones, la combinación de políticas monetarias expansivas e inflación desbordada está llevando a los inversores a refugiarse en el oro.
A diferencia de lo que muchos piensan, el gurú aclaró que el alza no responde únicamente a la inflación, sino a la incapacidad de los bancos centrales de controlar esta última. Con tipos de interés reales negativos, el mercado demanda un activo tangible y seguro; y “el oro es el único protector testeado durante 5.000 años”, afirmó.
Al analizar el comportamiento de la oferta y la demanda, Martínez advirtió que la escasez actual es todavía mayor que hace tres décadas. Mientras el ritmo de extracción anual ronda las 4.000 toneladas, los depósitos disponibles representan apenas un 25 % del total históricamente extraído.
Los bancos centrales juegan un papel principal en la escalada de precios: adquieren en conjunto cerca de 1.000 toneladas de oro al año, lo que equivale al 25 % de la producción anual. Este volumen impulsa la percepción de urgencia entre inversores retail e institucionales.
Particular atención merece el caso de China, que, al enfrentarse a la depreciación del yuan, apuesta por el oro como colateral sólido frente al dólar. Martínez explicó que Pekín busca “reforzar la credibilidad de sus pasivos financieros” y competir en el escenario global con un activo de reconocida solvencia.
En cifras, el total de oro extraído por la humanidad alcanza aproximadamente 205.000 toneladas, un volumen que, en formato de bloque, cabría en una cancha de tenis o una piscina olímpica. Esta referencia permite dimensionar la magnitud de las reservas históricas.
Por su parte, las estimaciones de recursos aún no explotados sitúan alrededor de 50.000 toneladas adicionales, de las cuales 5.000 t serían inalcanzables. Ello deja cerca de 45.000 toneladas por extraer, lo que, al ritmo actual, agotarían las reservas en apenas 10–15 años.
Este escenario de oferta inelástica y demanda creciente augura un alza continuada: “La onza no solo subirá, es casi una certeza que superará los US$ 5.000”, subrayó Martínez, adelantando que, si persisten las políticas de expansión monetaria, ese umbral podría alcanzarse en tres o cuatro años.
Para Argentina, este contexto representa una oportunidad única. Con vastas zonas mineralizadas y un creciente interés internacional, el país podría incrementar su producción, atraer nuevas inversiones en exploración y generar divisas frescas para la economía.
No obstante, el gurú advirtió sobre la complejidad y el alto costo de las etapas de producción: exploración, perforación, extracción y refinamiento requieren profesionales de primer nivel y una estricta gestión de costos, donde la rentabilidad mínima por onza ronda los u$s 1.300–1.500.
Finalmente, Martínez recomendó agilizar los procesos vinculados al RIGI y mantener un marco regulatorio estable: “Si el Gobierno apoya decididamente a las mineras, el impacto sobre el PBI será muy positivo y fortalecerá nuestra divisa”, concluyó, ratificando su optimismo sobre la “época dorada” que se avecina para el país.