Con una producción diaria de 760.000 barriles de crudo, de los cuales 230.000 se destinan a la exportación, el país se beneficia directamente de una cotización más alta del barril. A medida que aumentan los volúmenes enviados al exterior, el impacto positivo en el ingreso de divisas se vuelve más significativo.
En contraste con lo que ocurrió en 2022, cuando la invasión de Rusia a Ucrania derivó en una suba de precios que afectó las reservas del Banco Central por el costo de las importaciones energéticas, el escenario actual muestra un cambio. Hoy, el incremento en los precios del crudo puede ayudar a robustecer la balanza comercial energética.
De hecho, en 2024 el superávit del sector alcanzó los 5.700 millones de dólares, y para este año las proyecciones son incluso más optimistas: entre 6.000 y 7.500 millones, dependiendo del valor que mantenga el Brent, que actualmente se sitúa en torno a los 77 dólares por barril.
Este repunte se explica en gran parte por factores geopolíticos. La advertencia iraní sobre un posible cierre del estrecho de Ormuz —por donde transita el 21% del crudo mundial— elevó la incertidumbre y, en consecuencia, los precios. Desde el inicio del conflicto, el Brent aumentó un 10%, y desde comienzos de mes, un 20%.
El consultor energético Daniel Montamat explicó que, ante escenarios de conflicto, la geopolítica toma la delantera frente a los fundamentos económicos. “A mayor incertidumbre, mayor impacto en los precios. Si el conflicto se desescala, volverán a pesar variables como la oferta, la demanda y los inventarios”, sostuvo.
Además, Montamat agregó que el foco ya no está en cuándo se agotará la oferta de petróleo, sino en cuándo se alcanzará el pico de demanda global. El contexto mundial también muestra signos de desaceleración económica y un incremento en la producción fuera de los países nucleados en la OPEP+.
Más allá de los beneficios macroeconómicos que puede traer esta coyuntura para Argentina, en el plano local ya se sintieron algunos efectos inmediatos. El viernes pasado, las estaciones de servicio aplicaron un aumento del 2,5% en los precios de los combustibles, con un liderazgo inusual del sector privado en la iniciativa.
Por primera vez en meses, YPF no encabezó el ajuste, sino que se sumó tras la decisión de otras marcas como Axion y Shell. Además, el aumento se aplicó fuera del calendario habitual de subas mensuales, a pocos días del recrudecimiento de la tensión entre Israel e Irán.
En la Ciudad de Buenos Aires, el litro de nafta súper en YPF se vende a $ 1215 y la premium a $ 1435. En Axion, esos valores ascienden a $ 1239 y $ 1497, mientras que en Shell trepan hasta $ 1299 y $ 1548, respectivamente.
A pesar de este incremento reciente, el alza acumulada de los combustibles en lo que va del año es de solo 7% en CABA. Incluso hubo momentos en los que se aplicaron rebajas, como en mayo, cuando los precios retrocedieron un 4%. Esto contrasta con una inflación acumulada del 13,3% en el mismo período.
En resumen, la coyuntura internacional presenta una paradoja: mientras que los consumidores locales enfrentan nuevos aumentos en los surtidores, el país como conjunto podría verse favorecido por un mayor flujo de dólares y una mejora en la balanza comercial. En ese contexto, Vaca Muerta aparece como una de las claves para transformar una crisis global en una oportunidad energética y económica para Argentina.
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