Salta y las tierras raras: la nueva frontera estratégica de la minería argentina

La transición energética y la revolución tecnológica pusieron en el centro de la escena un grupo de 17 metales conocidos como tierras raras. Estos minerales resultan indispensables para la producción de dispositivos electrónicos, autos eléctricos, turbinas eólicas, equipos médicos y aplicaciones de defensa. En este contexto, Salta aparece como una de las provincias con mayor potencial para convertirse en un actor clave dentro de este mercado en expansión.

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La Puna salteña ya se consolidó como referente internacional gracias a sus proyectos de litio y a la mina cuprífera Taca Taca. Ahora, los depósitos de tierras raras le otorgan un nuevo protagonismo. El interés por estos minerales trasciende lo económico y se enmarca en la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China, principales jugadores de un tablero global que busca asegurar el acceso a recursos estratégicos.

Un informe del geólogo Eduardo Zappettini, del Servicio Geológico Minero Argentino, señala que de los 19 depósitos identificados en el país, 9 se encuentran en Salta. Entre ellos figuran Rangel, La Barba, El Ucu, Platería Sur y Norte, La Aurelia, Curaca, Estrella de Oriente y Churqui Pampa. Los recursos estimados superan las 34.000 toneladas de elementos de tierras raras, dentro de un total nacional de 190.000.

El distrito más importante es Rangel, donde se calculan 35.000 toneladas de ETR con itrio, 25.000 toneladas de torio y presencia de circonio, niobio, uranio y oro. Este potencial sitúa a Salta en una posición privilegiada para atraer inversiones y consolidarse como un polo minero estratégico.

Las tierras raras son 17 metales: los 15 lantánidos, más el escandio y el itrio. Entre los más demandados figuran el neodimio y el praseodimio, esenciales para los imanes de autos eléctricos, y el disprosio, el terbio y el itrio, cuya escasez los vuelve cada vez más valiosos. Aunque son relativamente abundantes en la corteza terrestre, rara vez se presentan en concentraciones explotables, lo que eleva el interés sobre las formaciones geológicas de Salta.

El interés científico sobre estas áreas no es nuevo. Ya en la década de 1970, el geólogo Eduardo Briatura había detectado la posible presencia de europio en los Valles Calchaquíes. Años después, la Comisión Nacional de Energía Atómica exploró torio y otros elementos asociados en el norte del país. Incluso, en los años 80, especialistas japoneses de la JICA realizaron prospecciones en la provincia.

Pese a este historial, la producción nacional de tierras raras sigue siendo marginal. El único antecedente industrial fue la mina Teodesia, en San Juan, que en los años 50 extrajo apenas una tonelada de monacita. Hoy existen concesiones en Salta y Jujuy, pero ningún proyecto alcanzó la fase de explotación a gran escala.

Los desafíos para avanzar hacia una producción sostenida son múltiples. Además de la complejidad técnica de la extracción, muchos depósitos están asociados a radioelementos como torio y uranio, lo que requiere estrictos estudios de impacto ambiental y protocolos de seguridad.

En el plano internacional, la demanda de tierras raras creció 4.500% entre 1960 y 2024. La Agencia Internacional de Energía proyecta que hacia 2040 el consumo podría multiplicarse entre tres y siete veces, impulsado por el avance de la electromovilidad y las energías renovables.

El mercado global de tierras raras, valuado en US$ 2.000 millones en 2020, podría superar los US$ 12.000 millones en 2030, con un crecimiento anual cercano al 16%. En este negocio, China es el actor dominante: concentra 37% de las reservas, 60% de la extracción y más del 80% del procesamiento mundial.

Este control casi monopólico obliga a potencias como Estados Unidos y la Unión Europea a diversificar proveedores. En ese escenario, Argentina y en particular Salta aparecen como socios atractivos para desarrollar cadenas de suministro alternativas.

Las oportunidades que ofrecen las tierras raras se acompañan de responsabilidades: será clave contar con inversiones de largo plazo, marcos regulatorios claros, tecnología adecuada y garantías ambientales y sociales. El desarrollo deberá equilibrar la rentabilidad económica con la sustentabilidad y el respeto a las comunidades locales.

El futuro de Salta en este campo está en disputa. Convertirse en un polo de producción de tierras raras podría significar un salto para la minería y la economía argentina, pero el desafío será transformar ese potencial en desarrollo sostenible. Más que un recurso mineral, las tierras raras representan una llave hacia el futuro tecnológico. La cuestión es si el país sabrá aprovecharla a tiempo.

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