Energías renovables: el impulso de la fruticultura en la Patagonia

La incorporación de energías renovables en la producción intensiva de frutillas está marcando un antes y un después en la región patagónica. Gracias al proyecto "Frutillas del viento", liderado por el INTA Esquel en Chubut, se han logrado cultivos más sostenibles y rentables mediante el uso de molinos eólicos y energía solar. Este modelo no solo garantiza frutos de alta calidad, sino que también proporciona a los productores una alternativa a las prácticas agrícolas tradicionales.

Desde su inicio hace tres años, el proyecto ha permitido cultivar entre 15.000 y 17.000 plantines anuales. Según Eduardo Miserendino, profesional del INTA Esquel, el uso de riego por goteo en microtúneles ha sido clave para optimizar los recursos hídricos. Este sistema regula la cantidad de agua utilizada según las condiciones climáticas, haciendo un uso eficiente y racional del recurso.

El enfoque técnico del proyecto incluye microtúneles con cobertura de mulch negro y plantación en lomo a doble hilera, lo que garantiza una producción de fruta de calidad superior con fertilización orgánica. Además, el bombeo de agua impulsado por energías renovables refuerza la sostenibilidad del modelo.

La colaboración con la Fundación 500RPM, especializada en energías renovables, ha sido fundamental. Este trabajo conjunto ha permitido la instalación de más de 50.000 plantines en diversas localidades, como Alto Río Percy, Cholila y El Hoyo, entre otras. Asimismo, se ha capacitado a productores locales en el uso de aerogeneradores construidos por estudiantes de escuelas técnicas de Chubut.

En la región, el régimen pluviométrico es diverso, con precipitaciones que oscilan entre los 500 y 600 mm anuales en Esquel, mientras que en zonas más áridas apenas superan los 200 mm. Los microtúneles se han convertido en una solución eficaz para mitigar los efectos de las condiciones climáticas variables, protegiendo los cultivos de heladas y vientos.

El sistema de riego por goteo también tiene ventajas significativas. Las cintas de riego, programadas para funcionar durante las horas de mayor radiación solar, distribuyen el agua de manera uniforme, evitando el estrés térmico en las plantas. Este método permite un desarrollo óptimo de las frutillas desde su plantación en septiembre hasta su cosecha entre noviembre y marzo.

A pesar de los desafíos, como la falta de polinización adecuada en las primeras flores debido a heladas, el proyecto ha logrado obtener frutas dulces y de alta calidad. Las largas horas de luz solar y las temperaturas frescas de la noche favorecen una acumulación elevada de azúcares, alcanzando niveles de 10 a 14 grados brix, muy superiores al promedio de otras zonas productoras.

La fertilización adecuada es otro pilar del proyecto. Los técnicos del INTA ajustan el uso de fertilizantes orgánicos y experimentan con microorganismos locales para promover el crecimiento seguro de los cultivos. Esto asegura la estabilidad de la calidad del producto, adaptándose a las características específicas de cada suelo.

Además de producir frutillas, la región noroeste de Chubut es líder en la producción de plantines, con seis viveros que generan 65 millones de plantas anualmente. Estas abastecen las zonas de mayor producción en Argentina, como Coronda y Tucumán, reforzando la importancia de la Patagonia en la fruticultura nacional.

Finalmente, los aerogeneradores utilizados no solo son eficientes, sino también seguros. Diseñados con sistemas de autofrenado y almacenamiento de energía en baterías, estos equipos aseguran un suministro estable de electricidad para las bombas de agua que nutren los cultivos.

El proyecto "Frutillas del viento" no solo transforma el modo de cultivar frutillas en la Patagonia, sino que también evidencia el potencial de las energías renovables para impulsar una agricultura más sostenible y eficiente.

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